Entrar en la historia clínica es entrar en un territorio íntimo del paciente. Miramos, ordenamos, cerramos episodios y dejamos otros abiertos. Con cada decisión vamos modelando una patobiografía. Cerramos los episodios banales para que no ocupen sitio en la pantalla y porque suponemos que tampoco han ocupado un espacio relevante en la vida de las personas. Cerramos y dejamos abiertos, sin permiso, definiendo una imagen al abrir la historia clínca que con otras decisiones otra sería.
Nos juntamos la enfermera y yo. Miramos las historias de pacientes con patológías crónicas. Pluripatológicos los llaman. Aquellos que necesitan más atención. Aquellos que a veces no la tienen. Aquellos que consumen y consumirán recursos sanitarios en el futuro. Seguimos listas de acciones, items y establecemos objetivos. El paciente no sabe nada. Sabrá. O no. "Tener que hacer" como forma de trabajo. Sin permiso. Más allá del "tiene que" hay un precipicio por el que se caen valores, acciones e intenciones. Se salva con el permiso como puente. El puente del "le importaría si...." Que suena a pudor, respeto y disculpa por permitirnos entrar en la intimidad de sus vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario